lunes, 24 de junio de 2013

Alberto Giacometti

Al igual que mediante la repetición arbitraria y numerosa de las palabras, éstas pierden en cierta medida su sentido, el escultor varía tamaños y estiliza sus figuras recordando a las patas de los elefantes dalinianos. Tras mirar durante horas a sus modelos siente que es la primera vez que los ve, la reiteración… ¿hace que el hecho pierda valor? ¿O  es cuando se es consciente de lo rutinario cuando de golpe se aprecia el detalle y el matiz?

Es destacable la importancia que recibe en la obra de Giacometti el soporte. El hecho de que las figuras alargadas cuenten con un solo y enorme pie evidencia un significado especial, desde el momento en el que deja de ser funcional tal protagonismo. Además, no sólo dicha parte del cuerpo queda desarrollada y reforzada de manera contundente sino que además, la propia base supera a la figura en materia, y contrasta con la misma en cómo queda sobriamente pulida frente a la rugosidad de sus caminantes o la mujer que recuerda a un ídolo cicládico.


Como si de goteo de cera se tratase, los cuerpos se encuentran trabajados, en una plaza que acaba por ser un tablero de juego (haciendo referencia al propio nombre de la exposición). Pese a ello, el molde es trabajado en yeso, y creciendo y estilizándose de manera pareja al paso del tiempo.
Todo lo mencionado, ¿es acaso debido a que el individuo necesita una firme base, en ocasiones más grande que él, que soporte su frágil existencia? ¿Hasta qué punto nuestros ideales no sólo nos definen sino que nos sujetan?
Otro detalle constante repetido en la obra del prolífico artista es el enmarcado. En ocasiones única línea que delimita, en ocasiones jaula que enmarca, expone a los protagonistas de las creaciones a la exhibición. Podría intuirse como un medio de crear espacio y delimitarlo en sus bocetos de trazo rápido o sus óleos de grisáceos azules. ¿Pero qué función guarda en esculturas que incluso incluyen cristal, como si de una pecera en la que el hombre constituye el entretenimiento y objeto de observación, se tratase?

El mundo acaba por ser un mero tablero de juego, donde los hombres coinciden pero no se encuentran, se ven pero no se miran, cada vez están más próximos pero no se tocan… se han olvidado de su papel como parte de un todo y son marionetas que marchan. Este terrible existencialismo converge con la idea de vida como reto permanente y efímero, desafío y en definitiva, juego. ¿Pero cuál es su sentido? Es una reflexión constante en obra posterior a la Segunda Guerra Mundial, que se plasma en la literatura de igual modo, con el teatro del Absurdo.
Alberto Giacometti concede gran importancia al microcosmos que constituye su taller. Aparentemente caótico, todo guarda un orden desde el momento en el que los objetos ocupan un lugar determinado y el modelo ha de situarse en la línea roja que el propio artista define, en consonancia con los límites para las figuras de sus obras.

 Ese contraste y binomio de orden-desorden, soporte y figura, fuera y dentro de un marco, tiene lugar en la tensión establecida en sus esculturas de hombre mujer, más frecuentes en su primera etapa y con gran influencia de arte africano y sus grandes máscaras rituales.


Sin duda el papel del personaje individual y el sentido de éste en el mundo es parte de la reflexiva obra del autor, que fue reclamado por el propio Beckett para el diseño de la escueta escenografía (como en sus propios retratos de Anette o Diego) de Esperando a Godot.

(Reflexión experimentada tras asistir a la retrospectiva Giacometti, Terrenos de juego, en la Fundación Mapfre, Madrid, 13 de junio al 4 de agosto de 2013.)

viernes, 2 de noviembre de 2012

Analogías años treinta. ¿Y la evolución?


El arte es el resultado de un contexto, de una época, de unas circunstancias. Una gran crisis económica, la ruptura de los valores hasta ahora considerados válidos, planteamientos de nuevos regímenes o cambios sociopoliticos por radicalización de ideas, partidos y personas, que en definitiva, no sufren sino de la pérdida de su función en el mundo y sus principios, revierte de alguna manera en la creación. Por un lado, se da escapismo, por otro se instrumentaliza. Propagandismo de ideas, con el artista al servicio del poder, tanto en la obra hiperrealista, en el seno del totalitarismo, como incluso en la cartelería, o en las Exposiciones Universales que justifican el crimen colonialista pervierten la libre creación. Pero… ¿hasta qué punto no se ve el artista influenciado por todo ello? ¿Es posible la total abstracción de sus circunstancias y su tiempo? Si acaso busca escapar de las constricciones de su época y los cánones establecidos, esa ruptura ya es una seña de identidad de dicha época, por lo que la libertad del creador no radica en esa evasión, sino en decidir al servicio de qué ideas, o bajo qué foco de influencias se encuadra su obra, sin un encasillamiento artificial.

El hombre se organiza en sociedad, y la influencia de un individuo sobre otro se puede ver claramente en el arte. Reunión, intercambio, encuentros, entre los propios artistas, organizadas como Encuentros de Objetos Surrealistas; u obligadas, como la coincidencia por exilios y la unión mutua en el pesimismo. Son, los Años Treinta, una fructífera época, con la clara globalización del estilo artístico en Realismo, Abstracción y Surrealismo, partiendo además de la identidad propia que da lugar a una amplia heterogeneidad. ¿Necesita el ser humano el sufrimiento y el cambio para una creación más brillante, frente al estatismo? 


Marsh, Twenty cent movie
Antonio Berni, Desocupados
Deformación de la realidad, alejándose de lo académico, para hacer una crítica de los valores artificiales de los que la sociedad misma se enorgullece; o por el contrario la aplicación de composición clásica en un lenguaje formal como reflejo de la situación de clases más bajas guía el recorrido hasta la pura abstracción geométrica en el Constructivismo, independizándose de la naturaleza. Así se evita encadenarse al mundo al pintarlo. Por el contrario, la abstracción que evoca a un juego infantil es precisamente esa ruptura con la razón y la norma establecida, punto de unión con el Surrealismo, que busca lo puramente automático en ello, buceando en el subconsciente y experimentando con frotage, decalcomanía y fumage.
Paul Delvaux, Woman in the mirror
Estos ejemplos, son sin duda comparables a la fotografía, por su valor social, como documento testimonial de “lo que pasa entonces”. Una vanguardia, una ruptura, un arte aparentemente incomprensible, deja de serlo cuando se entiende como testigo de su época.
Paul Klee, Halme

"Lo real te golpea continuamente y el arte es una manera de manejar y negociar la angustia que te provoca." Juan Pérez Agirregoikoa





viernes, 21 de septiembre de 2012

"El accidente revela la sustancia"


El instante es azar. Los trazos directamente sobre el lienzo, sin seguir procedimientos establecidos, sin marcar una base blanca, dejando que fluya el color, aprovechando el marrón propio del soporte, congela la imagen. Esa imagen es el accidente que se cruza en la línea del artista. Ese accidente ya estaba antes que el receptor, y pasa a ser sustancia en sí, tras desarrollarse en la propia del autor, por lo que no es sino un accidente lo que inspira la obra. Por ello, el arte congela el tiempo, la creación es eternidad y cárcel del artista. El tiempo avanza inexorable, arrasando a su paso y el hombre se deja arrastrar por esa gran ola. Según van creciendo las experiencias, va reduciéndose la posibilidad de tenerlas. El vuelo de un pájaro, un globo que escapa, la sensualidad 
(Kitaj, After Chagall) se vuelven, como una naturaleza muerta,  

(Dalí, Naturaleza muerta) el reflejo bidimensional testigo de lo que ha acontecido, semejándose a las muestras más recientes de arte contemporáneo 

(José María Sicilia, Derrumbamiento interior); que utilizan incluso elementos orgánicos, que van degenerando. Son la prueba de lo que han vivido, y eso es lo que convierte al objeto (“ready made”, Duchamp, pionero) en arte, comunicando con un significado trascendental.
De las últimas innovaciones que impriman la realidad que ha vivido el soporte, saltando la barrera del tiempo, es pionero José María Sicilia, que tras los estudios de voces de toros, reivindicativos cánticos del 15-M o el graznido del cuervo, plasma mediante incisiones la imagen que tendrían dichos sonidos, dotándo de mayor realidad, puesto que la información mejor recogida es la captada por el ojo, al ver la magnitud y perspectiva.

(José María Sicilia, El Instante)
“Este instante es una plenitud, sabemos que existimos, nos da de comer y nos come al mismo tiempo.”
**José María Sicilia, muestra actual en Galería Soledad Lorenzo, Madrid.
    Kitaj, muestra en Malborough Galery, Madrid.

lunes, 3 de septiembre de 2012

El Nacimiento de Venus


La perfección simétrica de unas olas en el mar casi irreal, con su agua blanquecina, trae hasta la orilla a una Venus que en su rostro sólo muestra serenidad. Marcando casi su destino, otras fuerzas soplan su llegada al mundo, cuyo recibimiento ya está amparado por tapar el cuerpo desnudo, preso de geometría y movimiento ligero de S invertida. Y es esta  la alegoría, por tanto, de lo que sucede al ser humano, tras su llegada. Tocado por el principio de causalidad, vive rodeado de normas, constricciones que no hacen sino que luche contra su propia esencia y quede anulado. Desde la infancia se marcan cosas que no se pueden hacer, cosas que no son “decorosas”, que están mal vistas, pero, ¿por quién? Se vive en constante polémica, en constante lucha entre el bien y el mal, cuestionando quién decide qué, hasta que tarde o temprano, eso se agota y el hombre se instala en una cómoda supervivencia superflua, flaca en valores reales, una rutina de alienación. Es, por tanto, a través de la belleza de unos pliegues en el vestido que cubre esa realidad bidimensional, un rizo dorado que ondea con el viento, la sombra creada con gradación de colores que marca el contacto entre dos cuerpos, o árboles estilizados; la observación de algo puramente artificial lo que guía el despertar del ser humano. Éste no sólo se maravilla con la creación de un igual, sino que se deja abandonar en el mundo de lo abstracto, vivo desde siempre, completándose hasta hoy de manera progresiva, pasando de mente en mente. Hoy, más que nunca, el Arte comunica, el Arte anima a la reflexión, agita el espíritu que hace que se pregunte por qué seguir la norma que anula la libertad. Por ello, como las rosas que caen augurando optimismo por un renacer, el evadirse en la contemplación de una manifestación cualquiera, despierta.
La observación de otros mundos que parten de la mente de un individuo que necesita comunicar, provoca la evasión del  que lo contempla. La minuciosidad de una vegetación, si bien idealizada, presente desde los juncos, volátiles como el propio carácter del que los pinta, pequeñas hierbas e incluso árboles que marcan su perspectiva en la lejanía, jugando con los verdes, evoca una realidad a la que se insta a escapar cada vez que se observa.
El equilibrio no sólo se marca con la austeridad expresiva del cuadro, presente sólo la emoción frunciendo el cejo por la concentración, una de las figuras; sino la disposición central de la protagonista. Esto nos recuerda, que sólo nosotros somos los responsables de nuestra propia vida, ya que, el presente es lo que se va escribiendo sobre un futuro incierto y al final “yo soy yo y mis circunstancias”.
Es innegable, por tanto, que no es una unión lo que hay entre el Arte y la vida, sino que se entrelazan, componiéndose y completándose mutuamente.